La fama del ADN
como la única molécula depositaria de la información genética se vio desafiada
primeramente en 1956 cuando se descubrió que existían partículas virales cuyo
único ácido nucleico era una hebra de ARN con capacidad de almacenar y trasmitir
información genética semejante a como lo hacia el ADN (Gierer y Schramm 1956). A
partir de entonces el descubrimiento de virus con ARN e incluso de hebras
desnudas de ARN capaces de infectar plantas llamadas viroides (Riesner y Gross 1985), aumenta todos
los años.
Por otro lado, la concepción del dogma central fue confrontada por Howard Temin
y David Baltimore en 1970.
Temin y Baltimore descubrieron
que la información genética de ciertos virus que causaban cáncer, fluía en la
dirección ARN => ADN, y que esa copia reversa era hecha por una en- zima
específica capaz de usar el ARN como patrón y conver- tirlo en ADN, es decir
generar un flujo de información que claramente contradecía el dog- ma central
(Temin 1976). Ese proceso, que en un tiempo se pensó era excepcional, ha
resultado ser relativamente común. Algunos ejemplos cotidianos de este flujo
reverso de información los tenemos en el virus HIV que es el agente etiológico
del síndrome de la inmunodeficiencia adquirida o SIDA y el virus de la
hepatitis B.
Pero el asunto se complicaría aun más. Después de un verdadero vía crucis
de escepticismo al que se vio sometido un grupo de investigadores liderados por
Stanley B. Prusiner, se logró demostrar que proteínas llamadas “priones” causantes de enfermedades neurológicas, no
solo eran infecciosas sino también capaces de transmitir información y perpetuarse
de una manera completamente distinta a como lo hacían los ácidos nucleicos
(Prusiner 1996). A este descubrimiento finalmente se le hizo justicia
y en 1997 se reconoció a Prusiner con el Premio Nobel.
Los priones, que son una ver- sión desfigurada
y no funcional de una proteína normal, son capaces de transmitir su defor- mación
de una manera conta- giosa a otras proteínas celulares por simple contacto. El
ejemplo más conocido de enfermedades causadas por priones es el llamado
“síndrome de las vacas locas”. Este hallazgo no es la excepción que confirma la
regla, ya que los priones se han descrito en varios tipos celulares, incluso en
hongos. Su alcance y función en sistemas biológicos apenas se esta descubriendo
y representa un desafío pertinente al paradigma de que los ácidos nucleicos son
las únicas moléculas capaces de guardar y transmitir información en las
células. Aún más, la teoría de que la vida se originó a partir de protocéluas
desprovistas de ADN cuya maquinaria genética posiblemente estaba constituida mayormente
por una amalgama de proteínas, ARN, lípidos y azúcares (Orgel 2000;
Wächtershäuser 1988), ha tomado cada vez más fuerza. Pag prev - Siguiente pag.
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